En mi vivir diario, decidí una noche pasear solitariamente por el centro de la ciudad. Nunca me había percatado que no solo es esencia lo que tiene Cuenca, sino alma y cuerpo además. Recorrí gran parte del llamado centro histórico. Recogí en mi mente diversas historias, momentos y vidas ajenas que a veces pasan desparecibidas. "Aprende de los aciertos y errores de los demás, porque no vivirás lo suficiente para siempre acertar o siempre fracasar".Esa noche mientras me acerqué a la barra de un bar, miré a una jovén pareja. Su mirada se mezclaba y se olvidaban de la gente. Me emocioné, porque aquella sinceridad y compromiso, sentimientos que pensé se habían aquedado en el olvido, estaban presentes tras ese café. Hacia frío y prendí un tabaco. Caminé durante diez minutos más y vi la escarcha de unas lágrimas rodar sobre una suave mejilla. Era una jovén sumisa frente al dolor por la traición de un amor.
Los problemas y sufrimientos que uno lleva a cuestas en el corazón, son vividos por otras personas también. Mientras aquella chica decidía dejar a su amor en el pasado, yo decidí dejar mis problemas y sufrimientos con la ayuda de días de olvido y noches de nostalgía, en un tiempo prudencial; no sé si para que sea como una novela sino más bien para comprender si el tiempo y distancia son directamente proporcionales al amor. Es mi meta.
Llevo ya siete tiempos, varias páginas, una que otra bronca y un par de lágrimas. Pero empecé a escribir mi primera novela. Tengo 23 días y muchas ganas para llegar al día 30 y saber que es posible decidir dejar de amar o aceptar que el amor solo nace pero jamás muere. No sé como termine esto, pero tendrá un fin. No sé quién lea mi novela, solo seé que cuando la lean, revivirán en sí, emociones y situaciones vividas, añoradas y olvidadas.
Treinta días de olvido y treinta noches de nostalgia. Una novela de crónica, no por fuerte, sino más bien por temporalidad real y sobre todo, efímera.
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