martes, 17 de noviembre de 2009

Vienes y te vas

Son las seis con treinta y ocho minutos de la noche. Una ténue llovizna cubre de a poco los vidrios de los autos y refresca una calzada herida por un sol cabreado. Son varios días que no percibimos aquella lluvia de pronto nos sorprendía. Un sol y lluvia o lluvia y sol o que caray, juntos estos dos, eso vivíamos hace no mucho en Cuenca, ciudad donde construyo mi futuro, ciudad que quiero dejar para crecer pero que estoy seguro, siempre querré volver.

Alguna vez compartí lluvias románticas. Otras eran groseras. Muchas eróticas. Pero jamás como hoy disfrute el siseo de las gotas al tocar una ramas secas de nostalgia y olvido. Como de a poco sube y baja el ritmo de la pertinaz lluvia. Tenemos días secos, tenemos noches oscuras, trabajos perdidos, y tiempo olvidado. No llueve.

Pero hoy sí. Hoy contemplo esta lluvia y la disfruto, porque la necesita todo el mundo. Porque quiero sentir frío y no de soledad sino de agua. Quiero refrescar mi cuerpo y alma del calor sofocante y estrepitoso que soporta esta sociedad. De vez en cuando y ahora más que nunca todos necesitamos una mojadita.

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