Latinoamérica se ha caracterizado por la fiesta, la bulla, la algarabía. Festivales tradicionales permiten perennizar nuestra esencia, nuestra forma de mirar la vida, nuestra forma de ser. El deporte no escapa a nuestro gusto, es parte de la cotidianidad, del compartir.
No es ajeno que esta cultura bien concebida con un fin importante, haya tratado de ingresar en un terreno completamente ajeno como lo es la Política. Una primera mezcla de algarabía concebida como populismo se evidenció por los 80s, donde una tarima se convertía en escenario para deleitar a los asistentes ya no con un gran discurso sino con un vendedor espectáculo.
Ahora, 20 años después se quiere sumar a este mundo un espacio que también es parte del ecuatoriano, el deporte, a través de figuras de gran trascendencia para nuestro Ecuador. ¿Será que las grandes orquestas quedaron atrás? y hoy se apuesta por figuras conocidas.
No es mi interés desconocer la capacidad de los personajes de farándula, deporte u otros espacios como actores importantes de esta "nueva forma de hacer política", sino más bien hacer conciencia de que el voto está en nuestras manos y el futuro estará asentado en la urnas.
Grandes actores, actrices, deportistas. Lo que el Ecuador necesita es gente preparada, comprometida y sobre todo con un conocimiento "NO AMBIGUO" sino profundo de la realidad del Ecuador. Elegir caras en vez de conocimientos, con seguridad nos llevará a tarimas ubicadas en estadios de fútbol, donde retrógradamente volveremos a las 80s.
Una sinergia entre política, fútbol y tarimas es posible, pero no es correcto.
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